jueves, 9 de octubre de 2008

Autopía y Eutopía: Episodio Uno: Calamaro



A partir de hoy iré copiando las columnas que escribí para el Diario Córdoba a propósito de este Festival de la Creación Joven. A veces, la actualidad no es tan rabiosa como la pintan... Let me start with... Calamaro...

Marinero y capitán

Lo que menos me gustaba de Calamaro era su incapacidad de autocrítica. Alguien que dinamita la paz discográfica sacando en dos años consecutivos un álbum doble (Honestidad brutal, 1999: 37 canciones) seguido de uno quíntuple (El salmón, 2000: 103 temas) tiene que caer necesariamente bien, pero un gesto como éste no significa sólo rebeldía, también denota autocomplacencia. Una tendencia también perceptible en su afán por editar los dos volúmenes de Grabaciones encontradas (tal vez pensó: “mirá, esto que se me ocurrió hace diez años, como se me ocurrió a mí, seguro que merecerá la pena”). La obra de Andrés Calamaro está llena de ejemplos de su enorme capacidad artística, pero delata que se gusta demasiado. Y eso, precisamente, era lo peor de él. Ahora me fastidian más sus poses en las entrevistas, los morritos que pone al hablar y al cantar, el regodeo que nace de la convicción inalterable de ser un genio (al que hay que aplaudir cualquier ocurrencia, por vana que sea).

Siempre he defendido que, al margen o gracias a sus excesos (pero sobre todo por su demostrada lucidez), en cualquier entrevista a Calamaro se encontraba algo interesante que rascar (recuerdo con especial agrado la que publicaron en la edición argentina de “Los Inrockuptibles” el año pasado, con ocasión de la edición de su último disco, La lengua popular; quizá fue la última muestra de su talento —la entrevista, más que el disco). Sin embargo, cuando lo vi hace unos meses en los programas de Quintero y Eva Hache, no tuve más remedio que preocuparme. Tanto mesarse los cabellos, tantos tics, tanta frase suspendida… demasiados gestos que no auguraban nada bueno. Hoy tendremos la oportunidad de comprobar si el barco de Calamaro apunta hacia la deriva o continúa con buen rumbo.

Personalmente, siempre me gustó más cuando era marinero que cuando se supo capitán.

CODA: Acudan a tiempo para disfrutar de Josele Santiago. En mares tan estimulantes como el de esta noche lo mejor suele salir de la voz de un gran pirata.

THE REAL POSTDATA: Calamaro derramó un gran, enorme, inolvidable concierto. El final de trayecto nos hizo jurar que es grande.

Y esta noche, en el Galileo, el gran y denostado Kevin Johansen

2 comentarios:

J. A. Montano dijo...

Eso, eso, leámoslas en diferido!

el escaparatista dijo...

Estaba pasando. Lo vas a ver. CNN -