miércoles, 22 de octubre de 2008

Autopía: Eutopía: Crónicas cercanas: Calamaro, por Marta Jiménez

NOBLEZA ROCKERA

Andrés Calamaro
Teatro de la Axerquía
Jueves 18 de septiembre.


La noche caminó al revés. Gran retraso en el comienzo del show, un telonero que fue post y Andrés Calamaro en estado puro durante las dos horas incansables que abrieron Eutopía 08. La culpa de todo, otra vez, la tuvieron las cuatro gotas que hicieron temer por el concierto y que hacen preguntarnos por qué en las décadas de reforma de la Axerquía a nadie se le ocurrió techar el escenario y evitar estas crisis. Menos mal que todo se olvidó rápido, en cuanto el comandante del rock hispanoargentino subió al escenario pleno de guitarras (incluso él pasó de los teclados), de voces de acompañamiento y con un repertorio transatlántico.

Gafas negras de aviador bajo el pelucón ensortijado y calavera de brillantes a la espalda. Banda de matrícula de honor, a la altura de la fuerza en escena del rockero. Electricidad e interactuación con un público rendido desde el primer acorde más un acertado repertorio. En resumen, nobleza rockera de las de antes. Algunos fantaseamos con el aroma de aquella Axerquía de finales de los ochenta, época de saltar el murete mejor que entrar por la puerta, y que visitó un buen puñado de rockeros españoles, entre ellos, Gabinete Caligari. Jaime Urrutia fue una de las guindas de la noche del jueves. Andrés tuvo el detalle de invitarle a cantar y el castellano de aceptar. Entonaron juntos Te quiero igual y Cuatro rosas, en pleno karaoke colectivo.

Hubo poco tango y mucho rock. De todos sus discos en solitario y de Los Rodríguez (A los ojos, Todavía una canción de amor, Sin documentos). Algunas del último, La lengua popular y momentazos con Los aviones, Estadio azteca, Me arde o Paloma. Divo y verboso, Calamaro se despidió mil veces para volver otras tantas con un éxito mayor en la recámara. Estaba pletórico y logró contagiarlo. Por eso le perdonamos que creyese estar en un anfiteatro romano. Son las cosas
del César.

No fue justo que después de tanta explosión, Josele Santiago se quedase en familia. Los que se fueron se perdieron un concierto honesto y sobresaliente.


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