miércoles, 21 de febrero de 2007

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (Epilogo)


Obra: Ana Sánchez

Bolsas de basura y palabras

Sobre el perfil oeste de la sierra de Béjar, doy vueltas y vueltas y vueltas, hasta encontrar un lugar en el que depositar mi basura no implique un insulto ni siquiera un lamento.

Sobre el perfil de las sombras que el amanecer dibuja en mi cocina, cabalgo sobre las sombras que recogen mis basuras.

Suelo cabalgar decenas de kilómetros hasta encontrar el lugar en el que no encontraré protestas por enterrar mis desperdicios.

Suelo demorar tres noches la higiénica costumbre de cerrar las bolsas negras de mis despojos. Luego demoro dos días la entrega. Y al final, demoro un año el olvido del momento en que entregué mis restos a cualquier lugar.

Será que siempre, junto a la basura, arrojo palabras.

Será que siempre las basuras esconden nuestros mejores secretos.

(Madrid, 29 de septiembre de 2005 - 23 de diciembre de 2006)

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (y VII)


Hotel Pachá, Ibiza


La hija regalada

Ayer se acercó P a verme, y estuvimos paseando por esta pequeña finca, y frente a la charca me contó algo más de la historia de estas tierras. Según me dijo, esta finca y la contigua pertenecían a su abuelo, que las dividió para sus hijos: el tío Clemente (padre del antiguo propietario de la finca, que ahora es mía) y el padre de P. Del tío Clemente he oído hablar varias veces en mis escasas visitas al pueblo. Por lo visto era un tipo alegre, trabajador y rumboso. No parecen tener el mismo concepto de quien me vendió la finca. Hay algo subterráneo y bisbiseante cuando algunos paisanos hablan de él. Algo muy parecido a otros murmullos cargados de cierto rencor, a otras medias palabras y otros medios silencios, que parecen el resultado de un enojo incierto y tal vez pequeño, alimentado por la ausencia, el aburrimiento y el mismo paso de los años. Es algo muy frecuente por aquí, muy de este pueblo ensimismado, y suspicaz, y temeroso, contaminado del propio miedo de sus habitantes a ir siendo los últimos depositarios de los viejos valores de la aldea, y hasta los últimos o penúltimos ciudadanos de ella. Los padres de P tuvieron cinco hijos: dos varones y tres hembras. Clemente sólo dos hijos. Un día la mujer de Clemente le dijo a la madre de P que para qué querían ellos tanta hija, que por qué no le regalaban una. La madre de P le contestó que cogiera la que quisiera, y la mujer se llevó a la más pequeña, que por aquél entonces contaba siete años, y que se quedó con sus tíos hasta que se casó con un tipo de San Sebastián y se fue a vivir allí.

Esta tarde no iré al Balneario. Hoy es el clásico día de crisis. Mi mujer, que tan poco ha estado en este diario, está cansada y de mal humor. Yo he perdido media mañana entre sudokus y solitarios. Ya tengo admitido que uno de los días que paso en estas tierras es siempre un día perdido, y en esta ocasión le tocó a este martes.

Santibáñez de Béjar, 27 de septiembre de 2005



Solución pornográfica

Unos días antes de llegar a este lugar del que me iré en pocas horas, tuve una certeza, algo parecido a una revelación, que me animaba a convertir mi vida en algo distinto. Ya que era la única vida de la que iba a disponer, no podía hacer otra cosa que esforzarme en que se distinguiera de cualquier otra. Podría suponerse que es ésta una aspiración general, pero creo haber encontrado a una inmensa mayoría de personas que anhelan disfrutar de una vida “normal”. Tal vez durante muchos años he buscado esa diferencia en la vida de algunas de las personas a las que me he acercado, aunque luego tal propósito se volviese en mi contra, pues estos “anormales” resultaban insoportables: la vida exagerada de P C, la vida falsa de L F, la vida paranóica de M S, los arrebatos de J, la locura etílica de C, el pillastre T, etc. Recuerdo que hace diez años valoraba mucho mi amistad con F porque era el más “normal” de mis amigos. En cualquier caso, la búsqueda externa no resultó fructífera, y ahora me encuentro con media vida gastada y sin un puto rasgo de distinciónl. Y los propósitos que desde hace años acumulo o renuevo no me alejan mucho de esa odiosa normalidad. Si en los próximos meses o años me dedico, como ahora proyecto, a escribir, poner música, organizar algunos conciertos, estudiar nuevas tecnologías, cuidar mi salud, vivir con mi mujer, hacer algo de ejercicio y dedicarme a criar y cuidar mis blogs como si fuesen los bonsáis del jardín de mi recreo, no estaré haciendo nada que pueda adjetivarse como distinguido. Si, por el contrario, me dedicase a destruir la pornografía o a dejarme devorar por ella, mi vida acabaría obteniendo un sentido y un sello. Y, a día de hoy, no encuentro más vías que una de estas dos para conseguir este objetivo.


Santibáñez de Béjar, 28 de septiembre de 2005


Lo que no he escrito

Podría empezar volviendo a Pemán, anoté anoche, avanzando el título y el inicio del epílogo de este breve diario de una semana. Quería incluir una de sus reflexiones: “Toda revolución tiene que pasar por el mismo sitio”, incluida en un artículo titulado La sabiduría del perro que ladra, un irónico análisis sobre la concesión del derecho a protestar y sobre la relatividad de las revueltas populares. Y quiero añadir otra: “Todos los hombre son fracasos de ángeles”. Son algunas de las cosas sobre las que, finalmente, no he escrito en estos días. Ni sobre mi proyecto de convivencia con mi mujer, que tan poco ha estado en este diario, ni sobre el sueño con Jennifer, la única cliente joven del balneario, y con una bellísima limpiadora, ni de otros sueños, ni de los hijos de Pablo y de María José, ni de Javivi, del que siempre hablo cuando estoy en su tierra, ni de mis proyectos de blogs (non toxic, non porn, djblog, diario total…), ni del medio libro de Vila-Matas que ya llevo leído, ni del necesario destierro de los daños sufridos, tan sólo por no verlos aumentados.

Son las ocho de la mañana y, en un rato, me espera mi última sesión de balneario, que finalizará con un largo masaje de Reyes, la chica que huele tan bien. En noviembre Yo Yo Ma actuará en Madrid, y ya mismo, el día tres, se producirá un impresionante eclipse. Lo veremos desde Ibiza.

Santibáñez de Béjar, 28 de septiembre de 2005

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (VI)



Lágrimas por los campeones

Antes de las seis de la mañana, fui a Tirso de Molina, a comprar la cisterna. El barrio estaba algo inquieto, pues los chicos de la prensa y los pasos de cebra anunciaban el crimen de una vecina anciana que había acuchillado a un tipo que unos días antes robó en su casa. Yo iba comiendo un helado que podría parecer que tenía forma de navaja, así que lo tiré para no levantar sospechas.

España es un país de campeones. En el deporte, claro está. Vence el joven héroe, Fernando Alonso. Vence el hercúleo Rafa Nadal y salva al equipo español de tenis. Vence el Real Madrid, y los brasileiros inventan el penoso baile de la cucaracha. Todo el mundo vence y yo suelto lágrimas por los campeones. O por no ser uno de ellos.

A las siete, me embarqué en el crucero con Brad Pitt, rumbo a esa paradisíaca isla brasileña. En el barco estaba la chica de producción, alta y delgadísima, de la que me había enamorado. En mi camarote tenía una revista cuadrada que explicaba todos los detalles de la película. En las páginas centrales, un mapamundi ofrecía todos los cambios geopolíticos que ya aparecían en el libro en el que estaba basado el guión: la Argentina ocupaba el lugar de lo que antes fue Europa. De España permanecían sólo dos ciudades: Barcelona y Córdoba; en esta última estaba prohibida la presencia de los hombres, algo que en el papel se indicaba con la leyenda “Hombres NO”. Al Sur de África aparecía un nuevo continente, o tal vez era Australia, que se había desplazado hasta allí. El mapa estaba repleto de curiosísimas explicaciones que podían leerse siguiendo las líneas de las isobaras.

El campeón Fernando Alonso declara sin tapujos que es ateo. No creer en Dios es todo un rasgo de carácter en alguien que se juega la vida cada vez que se sube a un fórmula uno. Vila-Matas también es ateo, gracias a los Hermanos Maristas. Los mismos, precisamente, que precipitaron mi ateísmo.

De repente anunciaron por los altavoces que llegábamos a la isla. Miré por la ventana y pude ver una playa de arena color siena tostada donde rompía suavemente un mar celeste, casi blanco. Fui a mi suite, me desnudé y me dispuse a tomar una ducha, pero antes comencé a lavarme los dientes. Entonces me llamó ella, la chica de producción. Fui corriendo hasta su cuarto, con la boca llena de colutorio, y la encontré casi desnuda, quitándose las medias. La besé, como pude, y derramé el elixir bucal sobre sus brevísimos pechos, apenas distinguidos de su torso por las leves protuberancias que suponían sus cónicos pezones. Ella me pidió que no contase nada, que no alardease de haber estado con ella, y yo le prometí que acordaríamos la versión de los hechos que más le agradase. No pude dejar de pensar que en algún momento le tendría que comentar que, pese a mi amor infinito por ella, no descartaba disfrutar en la isla de los enormes pechos de algunas turistas.

He decidido que quiero ser dj hasta los 56 años. Todo un campeón. Y después jubilarme, y escribir tan bien como Vila-Matas.

Volví a mi suite y me duché, no sin antes comprobar que disponía de varias modalidades de sauna, doce maquinillas de afeitar, más de diez habitaciones y hasta zapatos de nácar y oro, de hombre y de mujer, para jugar al golf. Bajé a una de las piscinas interiores, me senté al borde y observé que los bañistas usaban gafas de sol de lujo, con monturas de platino o incrustaciones de piedras preciosas. Llegó Brad Pitt, con un bañador de talle alto que le hacía un efecto extraño en la espalda, y se lanzó de cabeza a otra piscina. Yo estaba en otra con una pantalla gigante en la que estaban proyectando una película de Brad Pitt, y en ePse momento aparecía lanzándose de cabeza a una piscina. En algún momento, en la película o en la piscina, aparecía Antonio Banderas, peinándose con la mano, un gesto muy celebrado por Fernando Trueba.

Han llegado unos periodistas del revista Geo al balneario y han estado haciendo fotos. En una de ellas sale Sara, la chica que hoy sustituye a Estíbaliz, realizando una ducha Vichy, que es un masaje que se hace mientras unas duchas rocían el cuerpo del cliente, o del paciente, o del que está tumbado. Sara es, sin duda, una excelente masajista, llena de energía y juventud. Antes de disfrutar de su masaje le digo que me parece que ya me dio alguno hace un par de ellos. Tras diez minutos masajeando mis piernas se lo confirmo, pues he reconocido su forma de trabajar. “¡Qué bárbaro!” exclama la simpática chiquilla. Después me explica que el verdadero masaje Vichy es a cuatro manos. Para terminar me pregunta que si estoy cansado y se ríe cuando comenta que eso de decir que uno está cansado después de que le hayan estado dando un masaje suena… regular.

La piscina en cuyo borde yo estaba sentado estaba llena de chicas con los pechos y los labios operados. Parecía que en cualquier momento iban a estallar. Uno de los camareros entró vestido en la piscina y sacó una pequeña tortuga con cabeza de caimán. Cuando salió de la piscina la estrelló contra el suelo. A continuación media docena de camareros se metieron en el agua y atraparon a una tortuga como la anterior, pero del tamaño de un buey. Al parecer, los galápagos-caimán eran el único peligro de la isla. Se reproducían por cientos y podías encontrártelos en cualquier parte y llevarte un buen bocado. Nada que no pudiese arreglarse rápidamente en una sesión de cirugía plástica en el mismo hotel. Por otra parte, los turistas se divertían mucho cazando a las crías y estrellándolas contra el suelo.

Reyes es el nombre de una masajista de ojos azules muy dicharachera que riega mi cuerpo dentro del tanque con una manguera de agua caliente. Mientras lo hace me cuenta que le ha pedido a Sara que la sustituya para lo de la foto, pues a esa hora era ella la que tenía que dar el masaje Vichy, y no quería salir en el reportaje. “¿Por qué?”, le preguntó. Y me contesta que no es fotogénica y que esas cosas, además, le dan mucha vergüenza. Se queda un rato callada y, como quien no quiere la cosa, añade: “Al menos saldrá mi bikini, porque le presté mi bikini a Sara, ¿sabes?”.

Miré mis pies, que chapoteaban en la superficie de la piscina, y vi mis ridículas zapatillas negras, que apenas cubrían los dedos. Después reparé en que mi bañador, negro y de una sola pieza desde los muslos a los hombros no tenía nada que ver con los novísimos diseños del resto de los bañistas. Me retiré de la piscina y fui a una ducha que se rió de mí, echando agua siempre en un lugar distinto al que yo ocupaba. Entonces me dije, aparentando una convicción que no tenía, que yo era tan digno como los demás y que tenía el mismo derecho que ellos a estar allí, y que allí tenía mi habitación, sólo tenía que cruzar un pasillo para llegar a ella, y que eso me otorgaba la misma importancia que se les suponía a los demás. A pesar de ello, me deshice de mis negras manoletinas y entré, en bañador y medio mojado, a un lujoso salón. Entonces oí que alguien me llamaba, me giré y vi sentada a Yolanda, la amiga de María José que ahora trabaja en Tarifa ayudando a los inmigrantes que naufragan de sus pateras. “Vaya, vaya”, dije. “Vaya”, dijo ella. Y yo repetí: “vaya”.

Cualquiera que lea estas páginas se podrá hacer la equivocada idea de que esto del balneario es un festín sensual lleno de oportunidades con las fisioterapeutas. Cualquiera o al menos Montano, que es para quien creo que estoy escribiendo los párrafos impares de este día. Pero en siete años esto es todo lo que ha pasado, y no ha pasado nada más que esto. Cuatro frases ingenuas y también, eso sí, el saludo puntual y sonriente de alguna señora que aprecia mi educación o mis años.

Era una Yolanda mucho más bella y sofisticada que la que yo conocía, pero sin duda era Yolanda, y estaba liándose un porro y, sobre todo, estaba rodeada de amigas impresionantes. Por un momento temí que no me invitase a sentarme con ellas, pues tal vez ese rincón era precisamente Córdoba, ese lugar donde los hombres estábamos prohibidos, pero enseguida me sonrió y me ofreció el porro. Me senté, fumé un par de caladas y saludé a una de sus amigas. “Está es Louise”, me dijo Yolanda. “Qué bien”, pensé, “Brad se va a alegrar muchísimo cuanto le cuente que me he encontrado a una chica que tiene amigas como ésta”. En ese momento anunciaron por los altavoces que mi barco se iba ya de la isla, así que me despedí apresuradamente y salí corriendo hacia la habitación, donde, muy nervioso, comencé a recoger las cosas. Sin embargo me detuve de nuevo a leer la revista de la película, en concreto una entrevista al director, que justificaba la inclusión del personaje de Hi-poo, no presente en la obra original, para permitirse que los protagonistas viajaran de una estrella a otra, ya que el presupuesto permitía el uso de los más recientes, caros y espectaculares efectos especiales.

Santibáñez de Béjar, 26 de septiembre de 2005

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (V)



Astronáutica lenta

La carrera espacial es, cuanto menos, perezosa. Hace unos días leí que Bush había prometido un nuevo viaje tripulado a la Luna antes del 2020, y que la NASA tenía previsto que cuatro astronautas pasaran una semana en el satélite en el año 2018. Desde que Armstrong diera aquel paso, acompañado por Aldrin y Collins, sólo han estado por allí once estadounidenses. Algo muy lejano a las profecías y deseos de nuestros padres, que hace treinta años nos decían que cuando fuésemos mayores podríamos ir a la Luna de vacaciones como entonces íbamos a Roquetas de Mar o a Torremolinos.

El último desayuno con Anna está mecido por un concurso radiofónico de ópera y por delicadas melodías chinas. Antes de irme, me pide que le escriba algo en el libro de visitas. Con una caligrafía desastrosa le escribo algo parecido a esto: “Ha sido una suerte que mi casa no estuviese disponible para poder conocer un lugar mágico y fascinante como éste. Espero volver pronto y seguir disfrutando de tu conversación y de tu sonrisa”. Le doy un disco de Scalde, Poperetta, y ella me regala Eveything I have is yours, de Billy Eckstine, un tipo que trabajó, ahí es nada, con Charlie Parker, Sarah Vaughan, Dizzy Gillespie, Quincy Jones y Count Bassie, entre otros.

El proyecto de la NASA, además, tiene escasas posibilidades de éxito. No está la economía estadounidense para tales dispendios. Parece que el salto para la Humanidad no fue más que un capricho momentáneo, que la carrera no era más que una infantil competición contra los rusos, y que sin rival (espacial) nadie tiene ganas de seguir corriendo.

Así que me voy de la Casa Inglesa del Castañar, y después de disfrutar del último masaje de Angelines, pongo rumbo a Madrid para ver a mi mujer, que todavía apenas ha visitado este diario. Durante el masaje, Angelines me cuenta que estudia Podología en Madrid, y que en una semana se va para allá, así que le pregunto si conoce algún lugar donde pueda recibir masajes y ella se ofrece a venir a dármelos a mi domicilio. Me anota su teléfono en un post it, junto a su nombre: Estíbaliz.

La sorpresa que me causan estos datos y previsiones, se multiplica al caer en mis manos un libro de 1969 de Luis Miratvilles, titulado Visado para el futuro. Pocos días después de la primera llegada de humanos a la Luna, Miratvilles habla fascinado de conceptos como el perceptron, la biocibernética, el tercer infinito, el Homo Cosmicus, la hibernación, o los relojes biológicos, e incluye fotografías de las unidades de memoria de un ordenador IBM.

Mi confusión entre los nombres de Angelines y Estíbaliz no es tan preocupante. De hecho, me dijo su nombre el primer día, y al siguiente yo recordaba varios datos sobre el mismo: que era polisílabo, que tenía mayoría de vocales débiles y que incluía una ele. De hecho Angelines y Estíbaliz son palabras conectadas (el final de la primera coincide con el principio de la segunda), tienen nueve letras, cuatro sílabas y comparten, además, la sílaba li y las vocales a y e. Sólo se diferencian en tres consonantes. Son palabras, por lo tanto, parecidísimas. Aunque esto sea algo que sólo podamos entender mi hermana y yo.

Miratvilles. Pero, ¿quién es Miratvilles? ¿Cómo puedo conocer el careto de Julián Muñoz o de Willy Toledo y no saber quién es Miratvilles? Visado para el futuro explica cómo la investigación de las conducta de los animales sirve para aplicarla a la ciencia, y muestra a un hombre sorprendido de que, por ejemplo, la araña firme sus telas. Habla de conservar vivos los cerebros. Admite que el hambre es la verdadera guerra de la humanidad y, pese a ello, concluye el libro con un canto apasionado al futuro.

Mientras mis piernas son estrujadas por el efecto de la presoterapia, recuerdo que en pocos días, muchos de los que fueron mis amigos estrenaran sus nuevas obras. A algunos de esos amigos los pudrió el veneno del artista fracasado. De nuevo esperan una oportunidad que nunca les llegará, y apenas vislumbran la posibilidad del éxito se apresuran a librarse de la incómoda compañía de los que los escuchamos y atendimos en los tiempos de miseria. A otros, simplemente, la fama les reclama nuevas dedicaciones, mucho más excitantes. Ya lo dijo Sócrates: “Quien ya no es tu amigo es que no la ha sido nunca”. O algo muy parecido.

El libro de Miratvilles, estaba entre ediciones originales de Elliot y Dylan Thomas, en la biblioteca bilingüe de Anna. Pertenece por supuesto a la Biblioteca Básica Salvat, y me depara una sutil paradoja: en la última página, una mosca fósil reposa sobre el capitel de una columna dórica.


Béjar, 25 de septiembre de 2005

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (IV)



Caballo de fuego y mono de tierra

La última noche en la Casa Inglesa del Castañar. Anna está preparando la cena y yo echo un vistazo a la biblioteca, en la que encuentro un libro enorme llamado Limousines, y pienso en buscarlo para regalárselo a los chicos de Limousine, pero compruebo que no habla de coches infinitos, sino de una raza especial de bóvidos. Anna me habla de Clara Janés, que estuvo unos días en la Casa dando una charla, y me deja un libro que, aunque fue premio de poesía Gil de Biedma, no me interesa demasiado.

En la terraza del balneario, buscando los últimos rayos de sol, me digo que la filosofía está dormida desde los tiempos de Sócrates. Puede que Séneca murmurase en sueños, y también es seguro que Nietzsche roncaba como una bestia, pero poco más, muy poco más, ha ocurrido desde entonces. Si la filosofía está parada, el arte (como la gastronomía, o la moda) está en claro retroceso. Sólo avanzan a buen ritmo la técnica, las comunicaciones, el cine y la literatura. Eso es lo que pienso, cuando el sol decide ocultarse tras la única nube del cielo.

Anna me agasaja con una cena suculenta: ensalada de aguacates y langostinos y un buen chuletón de ternera. Anna baja las luces y yo pongo el disco en solitario de Staples. Todo muy romántico. Estamos solos en esta elegante casa y, durante la cena, Anna me habla constantemente de su interés por el estudio de las distintas relaciones de pareja. Me comenta varios ejemplos de casos fallidos (¿los que no fallan son los que duran?) y, de improviso, me sorprende al comentar que ella cree que una combinación casi infalible es la de una mujer “veinte o treinta años mayor que el hombre”.

Cada ciencia adopta una actitud distinta ante el inevitable y cercano fin del mundo: la filosofía calla; el arte (como la moda o la gastronomía) grita como un histérico reclamando su condición exclusiva de víctima (pues cree, como sus compañeros de viaje, que su desaparición es la única que verdaderamente importa); las demás corren y corren, sin saber a qué lugar se dirigen.

Anna me cuenta que fue muy feliz con su marido, que era vidente. Que nunca discutieron y que disfrutaron mucho juntos. El marido murió y, años después, Anna inició otra relación maravillosa con otro hombre que también falleció. Antes de preparar el té verde, Anna pone unas canciones de una cantante libanesa, Fairuz. Son temas orientales compuestos por los Rahbani Brothers. Anna me cuenta que a Mick Jagger le encantaba esta atractiva mujer, de suave pero potente voz. El disco se llama Lou Lou.

El libro de Vila-Matas es una delicia, aunque ha incluido algunas referencias musicales que no me gustan nada. Cuando Vila-Matas habla de música lo percibo como un hombre viejo. ¿Pero qué dice el viejo este de Rosario Flores o Tom Waits –quien será, por cierto, más viejo que Vila-Matas? Las referencias musicales las puedo hacer yo, o Ray Loriga, pero ¿Vila-Matas? En cambio es fantástico tropezarse con sus valoraciones futbolísticas.

Tras Fairuz, Anna selecciona temas de Katie Melua, Lizz Wright y Timi Yuko. Y retoma el tema de las parejas. Yo le hablo de mi mujer, y ella me pregunta nuestras fechas de nacimiento. Busca algunos datos en un par de libros desgastadísimos y me cuenta que en el horóscopo chino yo soy caballo de fuego y mi mujer es mono de tierra, y que ésta es una combinación muy complicada.

Vila-Matas habla de la bella infelicidad, y encuentro una relación inmediata con mi interés por la necesaria tristeza. Cada vez que leo a un escritor que me gusta, lo acerco a mis experiencias, o eso creo, sin apenas querer reparar en la certeza de que en realidad, soy yo quien pretende aproximarse a él.

Anna me cuenta las características de los caballos de fuego, y realmente puedo admitir algunas coincidencias (la inconsistencia, sobre todo). Pero después me lee las de los monos de tierra, y no hay manera de reconocer en esas palabras nada que tenga que ver con mi mujer. Cuando se lo digo me pide que la defina, a mi mujer, y me pone en una situación muy difícil. Salgo como puedo del paso y ella me dice que es muy extraño, que nunca había fallado en una descripción fundamentada en el horóscopo chino. “Tal vez no la conozcas realmente”, concluye, desafiante y enigmática.

Dice Vila-Matas: “Mi vida estaba llena de saltos, de idas y venidas imprevistas (…) Me acuerdo muy bien de que entonces la muerte todavía estaba escondida en los relojes. Ahora quien está escondido soy yo”. Parece la historia exacta de otro caballo de fuego, y de su inevitable destino.

Cerca de las dos de la noche llega su hija Yara, que viene de tomar unas copas, y se ríe mucho de la obsesión de su madre por el horóscopo chino. Pero recuerda, entre risas, que los chinos nunca quieren tener hijos que sean caballos de fuego.


Béjar, 24 de septiembre de 2005

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (III)



Lo que de Lorca dijo Pemán

Los libros de la Biblioteca Básica Salvat están editados en 1.970 y cuando los abres parece que las letras se caen de las páginas. Entre sus frases habitan ácaros emigrados de los vecinos libros británicos, y hasta el polvo que se escapa al cerrarlos tiene un inconfundible acento extranjero.

Al final fue Yann Tiersen el elegido. Anna lo escogió de los cuatro palos musicales que le ofrecí como si fuesen un puñado de naipes. Las composiciones del francés nos acompañaron en este desayuno en el que esta curiosa mujer me vaticinó catastróficas consecuencias de la crisis del petróleo y de la política norteamericana y me desaconsejó cualquier tipo de inversión, especialmente la que pensaba hacer para convertir mi parcela salmantina en una casa rural (La Casa Tranquila).

Al final, anoche, mientras las letras de los viejos libros caían sobre las sábanas, dediqué más tiempo a Pemán que a Melville o a Galbraith (un poco de herejía nunca viene mal). Creo que era la primera vez que leía a este autor, y me sorprendió que la primera impresión me remitiera inmediatamente a Trapiello y a Umbral (más sorprendidos estarían ellos, sin duda). Después observé mi mano, y admití que mi piel ya se ha convertido en algo parecido a la zarpa de un cocodrilo.

La Casa Tranquila no es ya un hecho inminente. Demasiados papeleos retrasan y ponen en duda su ejecución. Tiré ayer el día haciendo números sobre reformas, muebles, otros gastos, ingresos y beneficios. Hoy lo he pasado enredado en las posibilidades de mis sessiones de tarde, ese proyecto que, bajo el nombre de dgt, llevaré este otoño en algún local de Córdoba o Madrid o en ambas ciudades.

“Creo que no va a ser para nadie una novedad el decir que -¡todavía!- la muerte de Federico García Lorca, el gran poeta granadino, es uno de los cargos que más vulgarmente se utilizan contra España en toda la América de habla española”. (Pemán, José María: Signo y viento de la hora. Libro RTV 84. Biblioteca Básica Salvat.Alianza Editorial. Navarra, 1970. P. 163).

Dgt significa Discos con Gusto a Té, o discos de gabriel tranquilo. La idea consiste en programar canciones tranquilas de pop británico a partir de las cinco en punto de la tarde. Tranquilo no significa, en absoluto, easy-listening ni ambient ni mucho menos chill out.

“También es cierto que, a pesar del continuo y polémico manejo del tópico, va abriéndose ya camino la sencilla verdad de que la muerte del poeta fue un episodio vil y desgraciado, totalmente ajeno a toda responsabilidad e iniciativa oficial…”. (Pemán, José María: op.cit. P. 163).

Otro nombre podría ser dj café (o dj coffee), lo que ampliaría las opciones de las sesiones a tantas como tipos de café hay. Así, café au lait (de Gainsbourg a Tierssen), capuccino (de Lucio Dalla a Franco Battiato), americano (todo el neocountry y americana), irlandés (Van Morrisson, sobre todos), sólo (soul, nu-jazz), con hielo (Björk, Sigur Ros y otros esquimales), con pastas (remixes), sucedáneo o achicoria (covers). Etcétera. La música británica entraría los días que sustituyésemos el café por el té.

“Pero, de cualquier modo, el nombre y el espíritu de García Lorca se lo sigue encontrando en su camino, en pretendida función de obstáculo, el escritor español que va ahora a América. Y a mí, a cambio de lo que tiene de injusto e irritante, me consuela el hecho por lo que tiene de certificación del hondo influjo de la poesía. Al cabo, mejor es que le arguyan a uno con un poeta, que no con nebulosas y aburridas razones constitucionales, económicas y políticas. No debe ser cosa tan deleznable la poesía cuando los políticos y gobernantes vivos, con toda la fuerza a la espalda de un Estado, tienen que lidiar todavía con los poetas muertos. Aparte de otras cosas, lo que la España actual encuentra interceptando en América su camino es una promoción de “caballitos verdes”, “espadas de lirios” y “costureros de raso”. Porque eso es lo definitivamente bonito: que García Lorca no fue nunca un poeta de ideas, de entonación civil y social. Cantó con angustia interminable la pena y la luna. Pero, en manos de un poeta, bastan la luna y la pena, por lo visto, para oponerse a un régimen. Victor Hugo necesitó decir cosas más claras y duras para ser el poeta de los revolucionarios franceses”. (Pemán, José María: op.cit.. P. 163).

Mientras espero los masajes de Angelines, leo las primeras páginas de Doctor Pasavento (siempre confundo el título y leo Doctor Sotavento) en la sala de espera. Espero que una curiosidad natural lleve a la fisioterapeuta a interesarse por mi lectura, pero paso los cuarenta minutos imaginando la respuesta que le daría a su inexistente pregunta. Cabeza abajo, mientras rescato para mis oídos What a wonderful world y Hotel California entre un sinfín de canciones necias, constato que la chica alterna zuecos y chanclas.

“(…) el “lorquismo” ha podido, al socaire de la política, envenenar de una gitanería no digerida a honestos poetas de Valladolid, Lugo, México o Bogotá. (…) Que un “caballito” sea “verde”, es sólo legítimo cuando, por un espontáneo “daltonismo” de la imaginación, nació verde, sin querer, el caballito. Cuando se le pinta de verde intencionadamente se hace el payaso”. (Pemán, José María: op. cit. P. 164).

“Este escritor” (a una chica como Angelines, o a cualquier persona, en realidad, no se le puede decir “este autor”) “trata mucho de los escritores que no escriben, de los escritores que un día dejaron de escribir. Suele referirse a la desaparición de la literatura… la desaparición del escritor, la ausencia… Por ejemplo, explica que cuando no pasa nada, en realidad, está pasando algo. Son muchas más las cosas que no pasan que las que sí pasan. Por mucho que hablemos siempre habrá muchas más cosas de las que no hablemos…”

“Esa es –según él explicaba- la diferencia entre tener Musa, como Garcilaso, o “duende”, como él”. (Pemán, op. cit. Pp. 164, 165).

Ya en casa, antes de bajar a cenar con Anna, compruebo que el desodorante para pies Scholl es un eficaz matamosquitos.


Béjar, 23 de septiembre de 2005

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (II)


Piazzola


Durante el desayuno de hoy, Anna me descubre a Yo-Yo Ma, un delicado cellista que se atreve con Morricone, Brahms, Piazzola, Bach, Dvorâk, Williams, Vivaldi… Mientras acabo la mermelada de naranja, Anna me cuenta que lleva diez años con esta casa, articula curiosas teorías sobre los artistas gays, sostiene que la gente de España no sabe abrigarse, me sugiere organizar conciertos de música clásica en pequeñas salas de Madrid y rescata anécdotas de los años sesenta, cuando por su casa pasaron The Rolling Stones y The Animals. A veces se detiene, mira hacia su interior y descubre que ha olvidado lo que acababa de empezar a contar. Otras muchas estalla en una risa algo exagerada pero agradable.

El lunes pasado mi madre sufrió una nueva taquicardia arrítmica, que volvió a superar felizmente. Bajo a verla y paso tres días con ella. Hacemos sudokus y vemos la derrota del Madrid en Lyon. Todos los días me hace gazpacho. Mañana visita al oftalmólogo. En estas tierras la recuerdo constantemente. La oigo hablar de lo bueno que es mirar a lo lejos. También la veo en una imagen apócrifa que ella misma creó en París: silbando mientras pasea por el puente romano de Córdoba, sola, con pantalones grises, las manos en los bolsillos.

Eric Burdon, afirma Anna, era un buen tipo. Mick Jagger también, al menos el único que se salvaba de los Rolling. Keith Richards era ya un desastre, Bill Wyman un cotilla y Charlie Watts no le hablaba ni a su sombra. Le sugiero que cenemos esta noche, para que siga contándome cosas y me dé la oportunidad de descubrirle los discos de Antony and the Johnsons o de Stuart A. Staples. Sin embargo cuando llego del balneario su hija Yara me explica, muy apurada, que su madre ha tenido que irse a una cita con una señora. Me quedo charlando un rato con ella mientras ceno dos kiwis, un tazón de leche y una bolita redonda de Evitex A+E Fuerte.

Béjar, 22 de septiembre de 2005

domingo, 18 de febrero de 2007

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (I)


Fachada


1.-La Casa Inglesa del Castañar

A las cinco en punto, como si anunciase ya mi futura vida bajo el alias de dgt, comienzo cada tarde mis sesiones antistress en el balneario de Baños de Montemayor, en la orilla cacereña fronteriza con Salamanca. Tres horas más tarde, mientras el sol se va despidiendo, cruzo el puerto de Béjar mientras escucho el Honeycomb de Frank Black y tarareo su versión de esa canción de Doug Sam que se llama Sunday Sunny Mill Valley Groove Day. La felicidad no debe ser algo demasiado ajeno a este momento.


En el balneario dedico media hora a las aguas y una hora a la presión: diez minutos de chorro hidroterápico y veinte de tanque o de baño Niágara; y después veinte minutos de presoterapia y cuarenta de masaje. Entre unas cosas y otras, reposo e inhalaciones húmedas. Con los restos del bálsamo que Angelines expande por mi espalda y mis piernas empapo la camiseta y conduzco escuchando a Frank Black. Con las últimas notas de My life is a storage, la canción número once del Honeycomb, llego hasta la gran verja negra de la Casa Inglesa del Castañar.


La Casa Inglesa del Castañar cuenta con una amplia biblioteca en inglés y en castellano. La noche que llegué estuve hojeando un libro sobre el torneo de Wimbledom, y ayer leí un horroroso relato de Stendhal titulado El filtro. Esta tarde he cogido tres libros: Economía y humor, de John Kenneth Galbraith, Benito Cereno, de Melville, y Signo y viento de la hora, impresionante título de don José María Pemán.


Los libros de Stendhal, Melville y Pemán son de aquella entrañable colección de RTV denominada Biblioteca Básica Salvat. Las sobrecubiertas están ilustradas con media fotografía y medio apunte a tinta china de algún templo griego. Ah, la cultura. El dormitorio de mi primera noche en la Casa Inglesa del Castañar contaba con varios ejemplares de Cosmopolitan, un libro BBS de Cortázar y abundante obra de Fernando Vizcaíno Casas. En el descansillo del segundo piso, donde está mi nueva habitación, que dispone de balcón, media bañera y mesita para este ordenador, reposan en silencio Los cachorros de Vargas Llosa.


Anna es la dueña y responsable de esta casa rural en régimen de alojamiento compartido. Una señora estupenda, una coqueta londinense fifty something, en una casa mágica. Tres perros que no molestan, un piano de cola, libros por todas partes, baúles, grabados, espejos, pan integral con nueces y música clásica por la mañana. Cincuenta especies de árboles en su jardín semisalvaje, un mirador que ofrece el pueblo de Béjar y la sierra de Francia. La casa tiene cuatro habitaciones dobles. No hay cerraduras, no hay llaves, la escalera cruje, los canes callan.

viernes, 16 de febrero de 2007

LAS VECES QUE VIMOS A LOS TINDERSTICKS


Set-list del Barbican


19 de noviembre de 1997: Sala Caracol, Madrid

7 de agosto de 1998: FIB, Benicassim

26 de octubre de 1999: Sala La Riviera, Madrid

28 de octubre de 2001: Sala La Riviera, Madrid

11 de junio de 2003: Huerta de San Vicente. Casa Museo Federico García Lorca, Granada

20 de octubre de 2003: Teatro Lope de Vega, Madrid

17 de septiembre de 2006: Barbican Center, Londres


Y Stuart Staples:

29 de noviembre de 2006: Sala Heineken, Madrid

22 de junio de 2007: Teatro Central, Sevilla

DISCOTHEQUE (II)


Photo by Paul Heartfield


Tindersticks: Live at the Botanique
(Tippy, 2001)
A las estatuas del jardín botánico se les puso la piedra como piel de gallina. La banda más melancólica de todos los tiempos presentó su disco en Bruselas y apuntó el resultado en esta colección privada (poco después editarían otro, Coliseu Dos Recreios De Lisboa, grabado en esa ciudad que explica como ninguna otra las emociones que pueden surgir de la melancolía). Nottingham nunca tuvo ese aroma a humo y a tierra mojada hasta que Stuart Staples empezó a arder como la leña. Él arroja palabras como troncos viejos a la chimenea, y Dickon Hinchliffe aviva las brasas con su violín. Pero de la leña, del árbol quemado, nace el fuego. Y creo que eso resume todo lo que quiero decir.

jueves, 15 de febrero de 2007

LA DIGNIDAD DE LOS FASCICULOS


Obra: Ana Sánchez


Claro que todo va por fascículos.
Claro que todo va por entregas.
Somos como colecciones
Semanales, pegajosas, incompletas.

Claro que te coleccioné
Claro que me coleccionaste
Nuestros cromos repetidos
Fueron los más bellos disfraces

Poco a poco te esperé
Cada lunes en la esquina
Del kiosco de mi fe
Te guardé en mi gabardina

Para no mojar tus ojos
Para llenar con mi lengua
El dorsal de tus enojos
Y pegarte en mi conciencia

miércoles, 14 de febrero de 2007

HOY COMIENZA ARCO



La reacción que me producen algunos de los, así llamados, artistas contemporáneos no queda mal reflejada en esta obra que en la Feria de este año ya se muestra.

martes, 13 de febrero de 2007

OLIMPICO




Pienso en vosotros

Y veo una avenida

Con dos luces intermitentes

Como un semáforo herido en uno de sus tres ojos

(como un semáforo tuerto)

lunes, 12 de febrero de 2007

DIA CERO (Consumos y Conductas)




Cariax gingival

Un litro de agua mineral Aquabona

Tres tostadas de pan integral con queso Philadelphia a las finas hierbas

1 cápsula de Hidroxil

Isobel Campbell & Mark Lanegan: "Ramblin' Man"

Tres quesitos El caserío

La Sexta Noticias

Ensalada de tomate, queso de Burgos y atún

250 gr. de ternera irlandesa a la plancha

Un vaso de Seven Up

Un danacol

"Friends"

Trabajo

Medio litro de leche manchada con dos magdalenas caseras

La Sexta Noticias

Lee Hazlewood: "Some Velvet Morning"

Angela Tullida: "Soledad"

Spaguetti con jamón de York, champiñones y orégano

Un yogur con fresas Vitalínea

"CSI"

Cariax gingival

Arcade Fire: "Black Mirror"

LOS BUENOS CRITICOS


Obra: Ana Sánchez


Diarios sin sangre
JORDI GRACIA 27/01/2007 (Babelia)

Sólo a veces da uno con el aforismo que vale por una declaración de principios suficiente, y en este dietario de José Carlos Llop me parece que hay uno de ese tipo: "La virtud de la piedad frente a las tentaciones de la inteligencia y su tendencia a la crueldad".

FILMOGRAPHY (I)





The Departed (Infiltrados) (Martin Scorsese, 2006)

A Carlos Boyero no le había convencido. Eso, en otros tiempos, eso hubiese sido determinante. Pero ya no. Era viernes, el viernes pasado, y Howe Gelb actuaba en El Quiñón, y se anunció que contaría con la colaboración de Fernando Vacas, con quien había pasado unos días en Córdoba grabando alucinaciones y afinidades en el estudio de Eureka. La película comenzó y yo estaba en otro sitio, camino del Sur. Me perdí la cháchara inicial de Jack Nicholson, y no pude apreciar que el encendedor que tomaba en la tienda era demostradamente anacrónico. Al cabo de un rato, besé a mi mujer. Y, un poco después, me puse a mirar la pantalla. El argumento me resultó muy familiar, y las escenas, las chupas de cuero, los charcos y los neones, también. Le pregunté a mi mujer, y me respondió con otra pregunta: “¿Al Pacino?”. A los cinco minutos me dijo: “Los chinos”. “¿Cómo?” “Los japoneses. La película que vimos hace unos meses en Digital Plus”. Esa película era Mou Gaan Dou (aka Infernal Affaires), dirigida por Wai Keung Lau y Siu Fai Mak en… 2002. Lo de Scorsese no es un remake, no es un homenaje, es una mala copia minuciosa. Un ladrillo. Otra inexcusable razón para haber disfrutado de la voz y la locura de Howe Gelb.