miércoles, 7 de mayo de 2008

Rijkaard


Uno de los grandes (y uno de los nuestros)

Escribo horas antes del partido. Doy mi opinión, por tanto, al margen del resultado que se produzca. Tras la lógica decepción por la eliminación en la Champions (tercera en esta temporada, si sólo hablamos de títulos, enésima del último bienio, si incluimos apagones personales, técnicos y de gestión), era casi automático pensar que una de las posibles soluciones a la sequía pasaba por la sustitución de Rijkaard. Han pasado apenas unos días, y no ha ocurrido nada digno de mención: la goleada al Valencia tuvo un efecto casi contraproducente: ¿Ahora metéis seis goles? ¡Con solo uno en los cuatro últimos partidos hubiese bastado! Sin embargo, debería haber servido este tiempo para reflexionar sobre la excelente gestión y las incomparables sensaciones que ha ofrecido el periodo de Rijkaard: buen juego, estilo definido, partidos inolvidables, una Champiosn, dos Ligas, una Supercopa… y, sobre todo, una actitud de la que cualquier buen aficionado al fútbol podía sentirse orgulloso y afortunado. Rijkaard no ha cometido un mal borrón en todo un lustro. No ha levantado la voz, apenas si ha sufrido media docena de ataques de tecnicitis (devoción por Oleguer, mano blanda con Ronnie, retorno al esquema Cruyff…) y casi todos ellos han tenido más que ver con asuntos que venían muy-muy podridos desde abajo, desde arriba o incluso desde fuera (ese temible entorno de Can Barça). El legado del técnico holandés es intachable. Exitoso. En el fondo, en las formas y en los resultados. Rescindir ahora su contrato es otra de las innumerables decisiones absurdas e injustas del fútbol. Es la manera más vil y barata de quitarse de encima la presión por parte de Laporta (aunque de hecho es quien parece menos dispuesto a ejecutar a Frank, y aquí señalo que no comparto un buen porcentaje de otras críticas que se le hacen a un presidente que ha mejorado, con mucho, a sus antecesores) y de su más que discutible escudero (el infame Txiki Begiristain y toda su panda).
Y en estas circunstancias brota el nombre de Guardiola. De corazón le deseo a Pep lo mejor vital y profesionalmente (y más tras el amargo epílogo de su impecable y fascinante carrera como jugador), pero me parece apresurada (sobre todo, para él) su denominación y me temo muchísimo lo que se le puede venir encima si no logra los resultados esperados. Si el efecto Guardiola no satisface esas expectativas megalómanas del club y de buena parte de la afición, se estará comenzando a cavar la muy prematura tumba de un profesional excelente.
Por tanto, me atrevo a lanzar la opción que considero más razonable, a sabiendas de que ya está todo decidido y antes de que, como decía, el balón eche a rodar en el anecdótico partido de esta noche en el Bernabéu: Que se mantenga a Rikjaard, que Guardiola sea su segundo, que ambos dispongan de una plantilla saneada (sin Ronaldinho, ni Henry, ni Deco, ni Zambrotta, ni Thuram, ni Edmilson, ni Ezquerro, con la única duda razonable de la continuidad de Eto’o) y reforzada desde la cantera y el mercado con dos laterales, un central, un medio centro y dos buenos puntas, que la directiva se relaje y, last but nor least, que el sector más vociferante de la prensa y de la afición deje de hacer sangre de estas pequeñas heridas.
Visca el Barça y suerte, mucha suerte a Rijkaard.

No hay comentarios: