miércoles, 21 de febrero de 2007

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (y VII)


Hotel Pachá, Ibiza


La hija regalada

Ayer se acercó P a verme, y estuvimos paseando por esta pequeña finca, y frente a la charca me contó algo más de la historia de estas tierras. Según me dijo, esta finca y la contigua pertenecían a su abuelo, que las dividió para sus hijos: el tío Clemente (padre del antiguo propietario de la finca, que ahora es mía) y el padre de P. Del tío Clemente he oído hablar varias veces en mis escasas visitas al pueblo. Por lo visto era un tipo alegre, trabajador y rumboso. No parecen tener el mismo concepto de quien me vendió la finca. Hay algo subterráneo y bisbiseante cuando algunos paisanos hablan de él. Algo muy parecido a otros murmullos cargados de cierto rencor, a otras medias palabras y otros medios silencios, que parecen el resultado de un enojo incierto y tal vez pequeño, alimentado por la ausencia, el aburrimiento y el mismo paso de los años. Es algo muy frecuente por aquí, muy de este pueblo ensimismado, y suspicaz, y temeroso, contaminado del propio miedo de sus habitantes a ir siendo los últimos depositarios de los viejos valores de la aldea, y hasta los últimos o penúltimos ciudadanos de ella. Los padres de P tuvieron cinco hijos: dos varones y tres hembras. Clemente sólo dos hijos. Un día la mujer de Clemente le dijo a la madre de P que para qué querían ellos tanta hija, que por qué no le regalaban una. La madre de P le contestó que cogiera la que quisiera, y la mujer se llevó a la más pequeña, que por aquél entonces contaba siete años, y que se quedó con sus tíos hasta que se casó con un tipo de San Sebastián y se fue a vivir allí.

Esta tarde no iré al Balneario. Hoy es el clásico día de crisis. Mi mujer, que tan poco ha estado en este diario, está cansada y de mal humor. Yo he perdido media mañana entre sudokus y solitarios. Ya tengo admitido que uno de los días que paso en estas tierras es siempre un día perdido, y en esta ocasión le tocó a este martes.

Santibáñez de Béjar, 27 de septiembre de 2005



Solución pornográfica

Unos días antes de llegar a este lugar del que me iré en pocas horas, tuve una certeza, algo parecido a una revelación, que me animaba a convertir mi vida en algo distinto. Ya que era la única vida de la que iba a disponer, no podía hacer otra cosa que esforzarme en que se distinguiera de cualquier otra. Podría suponerse que es ésta una aspiración general, pero creo haber encontrado a una inmensa mayoría de personas que anhelan disfrutar de una vida “normal”. Tal vez durante muchos años he buscado esa diferencia en la vida de algunas de las personas a las que me he acercado, aunque luego tal propósito se volviese en mi contra, pues estos “anormales” resultaban insoportables: la vida exagerada de P C, la vida falsa de L F, la vida paranóica de M S, los arrebatos de J, la locura etílica de C, el pillastre T, etc. Recuerdo que hace diez años valoraba mucho mi amistad con F porque era el más “normal” de mis amigos. En cualquier caso, la búsqueda externa no resultó fructífera, y ahora me encuentro con media vida gastada y sin un puto rasgo de distinciónl. Y los propósitos que desde hace años acumulo o renuevo no me alejan mucho de esa odiosa normalidad. Si en los próximos meses o años me dedico, como ahora proyecto, a escribir, poner música, organizar algunos conciertos, estudiar nuevas tecnologías, cuidar mi salud, vivir con mi mujer, hacer algo de ejercicio y dedicarme a criar y cuidar mis blogs como si fuesen los bonsáis del jardín de mi recreo, no estaré haciendo nada que pueda adjetivarse como distinguido. Si, por el contrario, me dedicase a destruir la pornografía o a dejarme devorar por ella, mi vida acabaría obteniendo un sentido y un sello. Y, a día de hoy, no encuentro más vías que una de estas dos para conseguir este objetivo.


Santibáñez de Béjar, 28 de septiembre de 2005


Lo que no he escrito

Podría empezar volviendo a Pemán, anoté anoche, avanzando el título y el inicio del epílogo de este breve diario de una semana. Quería incluir una de sus reflexiones: “Toda revolución tiene que pasar por el mismo sitio”, incluida en un artículo titulado La sabiduría del perro que ladra, un irónico análisis sobre la concesión del derecho a protestar y sobre la relatividad de las revueltas populares. Y quiero añadir otra: “Todos los hombre son fracasos de ángeles”. Son algunas de las cosas sobre las que, finalmente, no he escrito en estos días. Ni sobre mi proyecto de convivencia con mi mujer, que tan poco ha estado en este diario, ni sobre el sueño con Jennifer, la única cliente joven del balneario, y con una bellísima limpiadora, ni de otros sueños, ni de los hijos de Pablo y de María José, ni de Javivi, del que siempre hablo cuando estoy en su tierra, ni de mis proyectos de blogs (non toxic, non porn, djblog, diario total…), ni del medio libro de Vila-Matas que ya llevo leído, ni del necesario destierro de los daños sufridos, tan sólo por no verlos aumentados.

Son las ocho de la mañana y, en un rato, me espera mi última sesión de balneario, que finalizará con un largo masaje de Reyes, la chica que huele tan bien. En noviembre Yo Yo Ma actuará en Madrid, y ya mismo, el día tres, se producirá un impresionante eclipse. Lo veremos desde Ibiza.

Santibáñez de Béjar, 28 de septiembre de 2005

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