miércoles, 21 de febrero de 2007

LA CASA INGLESA DEL CASTAÑAR (II)


Piazzola


Durante el desayuno de hoy, Anna me descubre a Yo-Yo Ma, un delicado cellista que se atreve con Morricone, Brahms, Piazzola, Bach, Dvorâk, Williams, Vivaldi… Mientras acabo la mermelada de naranja, Anna me cuenta que lleva diez años con esta casa, articula curiosas teorías sobre los artistas gays, sostiene que la gente de España no sabe abrigarse, me sugiere organizar conciertos de música clásica en pequeñas salas de Madrid y rescata anécdotas de los años sesenta, cuando por su casa pasaron The Rolling Stones y The Animals. A veces se detiene, mira hacia su interior y descubre que ha olvidado lo que acababa de empezar a contar. Otras muchas estalla en una risa algo exagerada pero agradable.

El lunes pasado mi madre sufrió una nueva taquicardia arrítmica, que volvió a superar felizmente. Bajo a verla y paso tres días con ella. Hacemos sudokus y vemos la derrota del Madrid en Lyon. Todos los días me hace gazpacho. Mañana visita al oftalmólogo. En estas tierras la recuerdo constantemente. La oigo hablar de lo bueno que es mirar a lo lejos. También la veo en una imagen apócrifa que ella misma creó en París: silbando mientras pasea por el puente romano de Córdoba, sola, con pantalones grises, las manos en los bolsillos.

Eric Burdon, afirma Anna, era un buen tipo. Mick Jagger también, al menos el único que se salvaba de los Rolling. Keith Richards era ya un desastre, Bill Wyman un cotilla y Charlie Watts no le hablaba ni a su sombra. Le sugiero que cenemos esta noche, para que siga contándome cosas y me dé la oportunidad de descubrirle los discos de Antony and the Johnsons o de Stuart A. Staples. Sin embargo cuando llego del balneario su hija Yara me explica, muy apurada, que su madre ha tenido que irse a una cita con una señora. Me quedo charlando un rato con ella mientras ceno dos kiwis, un tazón de leche y una bolita redonda de Evitex A+E Fuerte.

Béjar, 22 de septiembre de 2005

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