jueves, 24 de mayo de 2007
LA DEFINITIVA FIESTA DE DESPEDIDA
Foto: Paloma García
He sacado una cerveza del congelador, una cerveza que ya se congeló ayer, y no hay paladar que soporte el deterioro de su espuma. Me he quitado las lentillas y he apagado las luces. Tengo una camisa de invierno que me hace sudar aunque, como siempre, siento frío y miedo en las rodillas. He puesto la banda sonora de Lost in traslation, algo menos triste que ese disco tan bueno del finado Elliott Smith. Estoy solo y me esfuerzo en describir un ambiente que me acompaña mientras el reloj marca las cuatro de la mañana. Esta era la hora elegida para entregarme al descanso, dos horas después de comenzar a escribir, seis antes de apagar el despertador y entregarme a un día nuevo saturado de problemas mezquinos a los que tendré que enfrentarme. Un día nuevo que será el enésimo día de este último año marcado por los fracasos de propósitos concretos y continuos, de este año agotado por tantas salidas nulas, ensordecido por el ruido de tantos disparos al viento. Es extraño pero, al tercer sorbo, la cerveza no sabe tan mal. Así van sucediendo las cosas, sorbo tras sorbo, mientras uno se ríe sin querer darse cuenta.
(De repente las palabras de este texto se han ordenado sobre la pantalla y me han mostrado mi retrato: en un ojo se leía "frío" y en el otro "solo", y después se han cerrado un instante antes de que cada letra recuperase su lugar en la página).
Sólo quería decir que no sé si esto es una despedida, pero me tranquiliza afirmar que al menos no tiene nada de fiesta.
Para empezar, no sé cómo convencerme de que no estoy haciendo con mi vida algo parecido a lo que intento hacer con estas canciones: construirla utilizando las premisas y los deseos que otros crearon.
manu chao: infinita tristeza
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