domingo, 15 de julio de 2007

LA CRONICA ABORTADA



Recién llegado del Summercase, me dispuse a escribir mi crónica para Kiliedro. Ojeando las referencias inmediatas, topé con la de Jesús Lillo en ABC: retrata la primera jornada con tanta gracia y puntería que me ha impedido de momento seguir con mi artículo.
Aquí la copio. Si alguien sabe cómo comunicar con este gran tipo, que me lo diga, por favor. Gracias

Polvo, sudor y pop aseado
JESÚS LILLO. MADRID.

Mucho público -asegura la organización que 100.000 asistentes entre las dos sedes del festival- y mucho tiempo libre para ver los anuncios de Movistar en las pantallas del Summercase madrileño, donde el reducidísimo metraje de los conciertos programados se saldó con un masivo y prolongado ejercicio de trashumancia desnortada y la consiguiente polvareda que la manada levantaba al moverse de uno a otro escenario. Todavía cabe más gente en la era de Boadilla, pero convendría acondicionar el firme, más moqueta, y mejorar la logística -perfecta sobre las tablas, al otro lado del quitamiedos- para atender a una multitud que desbordó el sector servicios y que, pese a estar curtida en calamidades de extrarradio, no termina de creerse, aunque llegue vestida de viernes, el carácter urbano de la diócesis madrileña de la muestra.

En el plano musical, cumplieron todos los artistas, cada uno a su hora y para su público. Sólo Air salió a destiempo para vaporizar, cuando más apretaban las ganas de fiesta, su enésimo número de mentalismo sintético para iniciados en opiáceos. Tampoco brilló la selección de alternativas y curiosidades, escorada hacia el sensacionalismo revistero y las supercherías de talla XXL, como la cantante de los Gossip.

Carne de blues
Antes del anochecer, y mientras James eran jaleados por los consumidores de intrascendencias y estampitas, Mark Lanegan alcanzaba el primer ochomil de la jornada. Al frente de una soberbia banda de guitarras, el cantante norteamericano logró intimidar a su anfitrión, Richard Machin, y doblegar la naturaleza electrónica de los Soulsavers, humanizados por la voz de asfalto de Lanegan como un robot, «Terminator 2», que quiere aprender a llorar. Aquí las máquinas, perdidas, se rinden al blues más orgánico y tangible.

Puzle irresoluble
Bajando a mano a derecha, Dj Shadow no tuvo compasión de los miles de espectadores que, quizá confundidos por su título nobiliario de pinchadiscos, tomaron al autor de «Endtroducing» por una obsequiosa animadora de discoteca, viéndose obligados a filtrar y buscar con lupa fragmentos de fiesta en el irresoluble y brillantísimo puzle de hip-hop del maestro.

No se dejó llevar por la melancolía de su primer álbum en solitario Jarvis Cocker, que, desmelenado, libérrimo, se coronó como rey del glam en un concierto de tiros muy largos y distancias muy cortas. El líder del Pulp, a ras del suelo, se entregó -primero a su grupo, que lo llevaba en andas; luego al público- para volver a ser aquella estrella del rock que, como pocas, supo combinar confianza, magnetismo y, pese a perder las formas en calculados juegos de rol generacional, sentido aristocrático del pop. Más que un concierto, lo que Jarvis Cocker dio en el Summercase fue una lección de saber estar, convencido y convincente, en la historia que se canta y se cuenta.

En la misma carpa, recalentada al sol de la Meseta, microondas de nostalgia, OMD rehabilitó su viejo repertorio a base de dos unidades Roland X8 y unas formas vocales y coreográficas de las de arrepentirse. De «Enola Gay» a «Electricity», OMD defendió con orgullo y con la complicidad de la audiencia un pasado, impuro y revuelto, en el que el tecno-pop figuraba y crecía como hijo legítimo del post-punk.

Limpieza extrema
De lejos, fue The Jesus And Mary Chain lo mejor de la noche. Como cuando le quitaron la mugre a los frescos de la Capilla Sixtina, los hermanos Reid presentan en su regreso una obra pasada por agua y disolvente, remasterizada y limpia de caos y toxinas. A primera vista, el exceso de nitidez llega a descolocar, pero lo cierto es que los Reid ganan cuando no están colocados. Han dejado como el jaspe un repertorio cuyo encanto estaba en el sarro que lo cubría, identificaba y desfiguraba, pero sin llegar a esmaltarlo. Muy limpios y, sobre todo, muy valientes.

De madrugada, nada mejor que el embolado que organizaron los !!!, esos Talking Heads de garaje que han sabido darle una nueva vuelta de tuerca -hasta ahogarlo, la lengua fuera- al funk. Lo de los Chemical Brothers, final de trayecto, es ya a un festival lo que «Paquito el Chocolatero» a una boda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se me ocure nada mas que decir que me hubiera gustado estar allí disfrutando de buena música.
Tras varios meses visitando este blog no creo que la crónica del llamado Hombre Tranquilo no vaya a estar a la altura, en todo caso la superará. La espero con ganas.....
ziggy