domingo, 15 de abril de 2007

LA PELIGROSIDAD DE LA RELIGIOSIDAD


Obra: ©Suso33

Limpiar las calles es tan arduo
que se necesita un escuadrón concienzudo y persistente
que no haga la vista gorda, que apunte bien cada disparo de agua
y sea maestro del mandoble de la escoba.

Los caminos torturados del desfile de misterios
sufren el calor de grito y amenaza de los vómitos de cera
y cada tarde se preparan para ser enterrados bajo la alfombra crujiente
de los cadáveres desmembrados de los hijos de los girasoles.

Este botellón invasor y fanático se pavonea año tras año
entre finos y cacharritos que alientan su poder de humo y pan de oro.

Los tamborileros borrachos de fundamentalismo exigen respeto
y silencio
del hombre libre y solitario que no puede andar sin ser devorado
por las hienas movedizas de la religión legionaria que se santigua
y espera la bendición de un capataz
capaz de ordenar que los dioses y las vírgenes vayan al cielo.

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