En el principio de todas las cosas, los dioses, reunidos en el Túnel del Tiempo, dejaron caer su voz hasta la puerta de entrada, para que fuese luz y guía de los mortales . Allí las frases se rompieron y dieron como resultado un mensaje muy distinto. Los dioses se dieron cuenta y mandaron al escarabajo de tinta, uno de sus animales sagrados, a que restituyera las palabras maltrechas. Sin embargo, cuando el enviado acabó su trabajo, se dieron cuenta de que muchas de las palabras originales habían sido mal resueltas, con lo que se sirvieron de otro insecto para repararlas: la cucaracha borradora. Ésta puso tanto empeño que, al final de su jornada, muchas palabras habían desaparecido totalmente. Entonces enviaron a los grillos sagrados, especialistas en recuperar ecos perdidos. Tampoco el resultado se aproximaba en absoluto al original. De modo que enviaron a la puerta del Túnel del Tiempo a todo tipo de hormigas, orugas, saltamontes y demás artrópodos, como plagas. Unos se amontonaron y enredaron con otros y taponaron la salida. Al final aquello resultó ser, por definición, una jaula de grillos, y durante siglos los bichos siguieron haciendo ruido a la entrada de la morada de los dioses, mientras ellos, al fondo, como sombras, bostezaban.
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