jueves, 4 de diciembre de 2008

Sueños de rastros blancos

Sigo soñando con la cocaína. Como un conjuro, espero. Esta noche la compartía con mi primo Miguel, que preparaba una fiesta aprovechando que a su padre lo iban a operar. Lo de ayer fue más interesante: Tras la fiesta del fin de semana me fui a dar un paseo con Paloma por la Castellana y le conté todo lo que había pasado, minuciosamente, sobre todo lo de la droga. Por supuesto, mientras paseábamos, íbamos, como todo el mundo, arrancando las hojas enormes y polilobuladas de los árboles. Y comiéndonoslas, como todo el mundo. Después la dejé en una tienda y fui a esa recepción. Mientras caminaba pensé en dejarme la barba y el pelo muy largos, como para parecer un vikingo, pero decidí dejarlo para más adelante. Llevaba unos bermudas vaqueros, unas chanclas y una camiseta. También una sombrilla y una toalla. Cuando llegué a la lujosa sala circular coloqué la toalla en la punta de la sombrilla y la agité como si fuese una bandera blanca. La gente me miró extrañada. Iban todos muy elegantes, muy bien vestidos. Era una fiesta pero no se oía una mosca. Di una vuelta al ruedo saludando. Y le dejé la sombrilla a una pareja muy pija. Y la toalla a un señor algo mayor. Me detuve junto a una mesa alta donde estaban algunos conocidos. Una chica muy fea me dijo: “Me tienes que dar lo que me prometiste ayer… ¿lo tienes?”. Y yo contesté: “Seguro que lo tengo. Ahora me recuerdas lo que era, pero seguro que lo tengo”. La sala irrumpió en carcajadas ante mi ocurrencia. Incluso un tipo repitió a mi espalda mi frase añadiendo que era muy buena. Yo la rematé: “Seguro. Fijo. Fijo”. La gente siguió riéndose y aquello comenzó a parecer una fiesta. Fue entonces cuando descubrí a mi amigo Vicente Malagón entre la multitud. Fui a saludarlo, Nos abrazamos y le recordé que todavía me debía una lata de berenjenas. Me contestó que ahora fabricaba galletitas. “Te he traído una, porque estaba seguro de que, después de tantos años, nos veríamos aquí”. Sacó un envoltorio de celofán con una galletita dentro. Faltaba otra. “Me la he comido mientras te esperaba”, se excusó. La marca de las galletitas era Galletas Revolución.

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