Doce historias estúpidas, que van de mal a peor y no destilan ni una sola gota de amor a París. De nada sirve el derroche de buenos intérpretes si sólo se quieren contar tonterías. Hasta la tercera historieta, la de Gus Van sant, la cosa dice bien poco pero se aguanta, más o menos. Después entran los Coen a saco con el tópico y la chorrada, y a partir de ahí todo es infumable. A veces, el asunto adquiere proporciones de delito: los cortos de Doyle, Chomet, Crawen y Natali son, sencillamente, bochornosos. Con el de Cuarón, directamente, me quedé dormido. Coixet pierde la oportunidad de pervertir uno de los argumentos, junto al de Tykwer, que apunta algún interés. El final del entre-copas Payne, es perfecto para no olvidarme del aburrimiento y la desesperación que he ido acumulando durante la película.
domingo, 25 de marzo de 2007
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