jueves, 3 de enero de 2008

Una costumbre infantil (las listas con lo mejor del año)



Busco en internet las listas con lo mejor del 2007 y me sorprendo de que Diego A. Manrique elija como canción del año el Pure Intuition, de Shakira. Yo no me atreví a tanto cuando, hace unos días, le grabé a Montano mis temas favoritos, aunque lo cierto es que éste fue uno de los que escuché más veces.

Mi pasión por las listas viene de antiguo y, aunque participo del parecer común que argumenta que no dejan de ser una bobada, me resultan un capricho irresistible.

El 2007, para mí, fue un año con buenos conciertos, discos notables, libros con cierto interés y películas decepcionantes.

Los directos que más disfruté fueron los de Björk, Los Planetas, P J Harvey, Howe Gelb, OMD y Stuart A. Staples... sin olvidar el mítico concierto de Limousine en el Nasti en el que repartieron salmorejo. También me sorprendió muy gratamente la fortaleza vocal de la dulce y diminuta cantante de Russian Red.

Me emocionaron los discos intensos de The National, Thurston Moore, Sigur Rós y las canciones aún inéditas de la enorme Lonna Kelley.

Escuché hasta la saciedad el enérgico No Cars Go, de The Arcade Fire, el Impossible Germany de Wilco, con reivindicación incluida del clásico punteo, algunas canciones del denostado segundo disco de Facto Delafé y las Flores Azules, varias perlas del Oui de Juan Stewart, la ochentera Burning, de The Whitest Boy Alive, la arriesgada Para vosotras, de Deneuve, la sensual Ese lunar y la irónica S.O.S. tan fashion del simpático Kevin Johansen, la doliente Antes de la niebla de Tarik y la Fábrica de Colores, y el ya confesado e irresistible tema de la Shaki.

Leí con interés y envidia La última noche, de James Salter, y con curiosidad cínica Nocilla Dream, de Fernández Mallo; me sorprendió el muy recomendable Las afueras, de Vicente Luis Mora, me bebí de un trago Rank, de Palahniuk, me detuve en las excelencias de Los exploradores del abismo, de Vila-Matas, me sonreí con Si te comes un limón sin hacer muecas, de Sergi Pàmies, y me divertí, en el mejor sentido de la palabra, con Historias de Londres, de Enric González. En cuanto a poemas, me quedo con los míos y con los de El incendio Cerise, de Antonio Agredano.

Me aburrieron películas de éxito como la premiada y descarada copia The Departed, de Scorsese, la insoportable Paris, Je t'aime, de varios (demasiados) autores ensimismados, o el declive pomposo de Zhang Yimou en La Maldición de la Flor Dorada.

En teatro gocé de lo mejor: el clásico de Arthur Miller, Muerte de un viajante, con el genio Alfredo Alcón, en Buenos Aires, y sufrí lo peor: la nueva patochada de los cachondos y provocadores chicos de Animalario...

(Quizás, en cualquier caso, lo mejor de 2007 fue que leí mis poemas en público, puse música en los bares de algunos amigos, volví a la radio y abandoné la televisión).

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